[historias de ratas]
Todos los esfuerzos eran inútiles, la vida se le iba sin concederle una última oportunidad, un último aliento. En la sala entraban los rayos del sol a través de la ventana que, cerrada desde hacía días, convertía la habitación en un lugar inerte. Atormentado mientras esperaba la llegada de la asistenta, la contemplaba. Abarcó sus manos.
- No me cojas las manos que podrían verme mis padres y aún no les he hablado de ti.
- No puedo evitarlo María Pilar.
María de los Pilares de la Tierra Ugarte y Pérez del Camino Angosto había nacido en la pequeña localidad de Villarrubielillos de Matalpino, un pueblecito de la provincia de Guadalajara emplazado en el valle del Jaranete y atravesado por el río del mismo nombre.
Todos los esfuerzos eran inútiles, la vida se le iba sin concederle una última oportunidad, un último aliento. En la sala entraban los rayos del sol a través de la ventana que, cerrada desde hacía días, convertía la habitación en un lugar inerte. Atormentado mientras esperaba la llegada de la asistenta, la contemplaba. Abarcó sus manos.
- No me cojas las manos que podrían verme mis padres y aún no les he hablado de ti.
- No puedo evitarlo María Pilar.
María de los Pilares de la Tierra Ugarte y Pérez del Camino Angosto había nacido en la pequeña localidad de Villarrubielillos de Matalpino, un pueblecito de la provincia de Guadalajara emplazado en el valle del Jaranete y atravesado por el río del mismo nombre.
La primavera de 1912 no había sido una primavera cualquiera: las cosechas estaban siendo abundantes, habían terminado las obras de la construcción de la iglesia y por si fuera poco había nacido María de los Pilares de la Tierra Ugarte y Pérez del Camino Angosto, a la que llamaban cariñosamente María Pilar los amigos y Mari Pili los enemigos.
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