19.2.08

[prevenida autoextinción]

Apenas mastico un bocata de pedos /mientras contemplo atónita /
que casi todos se tragan/su ración diaria de mierda pútrida.
Era en la casa /entre las cinco paredes.
Era en unas vitrinas inmunizadas.
Ahí/ ahí comían paella los domingos.
Moscas gobiernen el mundo/todo el día posadas sobre nosotros.
Total/ no lo van a hacer peor.

15.2.08

[Pepita´s not dead]

Pepita tenía formación académica variada, formación complementaria, algún idioma y algo de experiencia. Superó una entrevista por sí misma y sin recomendación alguna a través de la cual accedió a un puesto de empleo por cuenta ajena para el que se consideraba justamente preparada. Curiosamente recibía buen trato por parte de sus compañeros y su remuneración se equiparaba a las responsabilidades que desempeñaba por lo que satisfecha con ello, después de tres meses en la empresa cambió de contrato, mejorando así sus condiciones.

A continuación, sonó el despertador. Pepita entraba a reponer a las 5.30.
Una conocida web de vivienda con nombre de adjetivo utópico oferta un espacio de 8 m cuadrados por 250 euros. No es difícil sacar alguna conclusión.

3.2.08

[La columna de Agustín]

Quizá por durar hachísmente aborregadas entre asambleíllas de pihippies-posmodernos y subestrenos de cortostostón en los agridulces años de la irreversible época ccinfo, Ana y yo nos preguntábamos por un lector que escribía sin descanso a un conocido diario.

http://www.elpais.com/diezmil/pdf/pordentro/266_268_270_272_274.pdf

Agustín, no me conoces pero me atrevo a interceder...


Estimado Director,

Soy lectora habitual de su diario desde hace años gracias al que me familiaricé, entre otros, con el nombre de Agustín Olivera, fiel lector e incansable escritor de cartas a El País. La casualidad e internet me permitieron descubrir el reportaje EL PAÍS POR DENTRO, con motivo del número 10.000, gracias al que pude poner cara e historia a un nombre que tanto había leído.

En ese reportaje se incluye un extracto de la carta que Agustín escribió con ese motivo. En ella, rinde un modesto homenaje, el mismo que yo quisiera para él, hablando de “los que en El País no firman, pero realizan los trabajos más diversos…”.

Después de más de treinta años este diario es, afortunadamente, de mucha gente, más allá de los que lo hacéis y de los que lo leemos. Por eso me permito solicitarles que se cumpla el sueño de Agustín: escribir una columna de la última página.

Atentamente,


[Me hubiera gustado decirte que quizá todo cambie....]

Ayer vi a Pablo Guerrero en un concierto.
Hace años le había visto en otro concierto, pero el contexto era distinto.
Ayer iba de público, era un cosa íntima; en la otra ocasión recibía silbidos de la masa niñatil cuando teloneaba a Javier Álvarez, cantante del otoño que Pablo empezaba a grabar discos.
Quizá la sensibilidad y la honestidad mitigan la mediocridad pensé ayer mientras le invitaba a una cerve.