21.1.07

[el monstruo]

Jugábamos en el parque sin acercarnos al monstruo. Por si se despertaba. Por si nos devoraba. Lo mirábamos de reojo: siempre solo, siempre escondido. Un día se levantó. No miró a su alrededor ni cogió su cartón. Solo se fue.

[cambio bici por tuercas de la m-30]

Vaya por adelantado mi más sincero agradecimiento al hijoputa que un buen día decidió coger mi bicicleta en préstamo permanente. Así se le arrebuñen los pelos del culete tanto que un día no puea echar cacotas y lo haga por la boca en forma de surtidor municipal de manera que deje inundada para siempre la sede madrileña de los niños de la bandera polluna.

El otro día ay, nos desplazemos al lugar de los hechos – es decir, mi propio barrio - con el fin de hallar alguna pista que nos pusiera sobre aviso del flagrante delito cometido. Inútil decisión. La bicicleta había volado como Heidi de tripi entre cabritas alpinas.

Paseando paseando, llegamos al boquete de entrada del túnel de la M – 30. Entramos sin pensarlo. Más alto de lo que parece y más iluminado de lo que debiera, ahí estaba, vacío, desangelado, embarrado, lleno de máquinas y herramientas, abandonado a su suerte. Anduvimos unos 20 minutos hasta salir por el Calderón. No hubo que inventar excusas para el segurata de turno porque no lo había. Me llevé dos tuercas a modo de souvenires.

[volver en Berlín]

El otro día coincidiendo con la inteligente elección de Volver como candidata a representar a España en una nefasta ceremoña de muñequitos dorados, recordé que hace unos meses toqué el cielo por última vez. Ocurrió paseando en bici por Unter den liden (tilos-tilos) mientras Ana a mi lado iba refiriendo los ingredientes del gazpacho de Pepa en Mujeres. Solo yo lo disfruté. Qué pequeño gran placer

19.1.07

[mujer desactualizada, consumidora insatisfecha]

El día que cree algo ejércitos de pegones a sueldo me perseguirán hasta ver mis higadillos colgados del palo mayor y devorados por gaviotas genovesas. No es para menos. Esto pasa por ir de lista calista. No mola desnudarse (metafóricamente) sobre todo si la cosa va en serio pero aprovecharemos que está de moda hacer autocrítica y le quitamos algo de hierro al asunto.

¿Qué hacer cuando la catarsis del consumo cultural no puede sino ser una feroz y prematura crítica? La mirada intoxicada, todo es mejorable. No puedo ver Legally blonde con ojos golositos. ¿Donde sanquedau la frescura y el desenfado?

Supongo que el primer paso es reconocer que las cosas cuestan un esfuerzo que yo no he hecho y ya solo por ello hay que valorarlo. El criticador es creador frustrado cuya caca interna le ata de pies y manos. Quiero ser templada pero solo llego a tempanuca. Solo una excepción quedará en el tintero: antes muerta que fan de Tono...