31.3.06

[ángeles que pasan]



Era muchas cosas pero sobre todo, era muy suave. Los brazos llenos de pecas, las venas surcando las manos, las yemas arrugadas, las uñas con rayitas. El pelo gris, precioso. El gesto dulce, amable. Me enseñó la tortilla francesa en un plato de metal, me enseñó poesía a cualquier hora, me enseñó. Tenía un abrigo de rulitos. Y una gabardina también. Niño, déjame que baile. El anillo, el porche, las calles bien asfaltadas, no rechazar ninguna comida, la llave por dentro, atraviésate tú también. Ellos, la faca en la faja. Como va a ser usted, si tié mas años que la orillal río.

Las tripas le hicieron guá. Y rompió todas sus cartas. Y no quiso saber nada de él. No puedo apagar la luz. Un día me dijo que de joven había sido rubia. Otro, que tenía veinte años. Luego se calló. Era la gente: Ha tenido que ser muy guapa… se la ve que fue una mujer…, no hay más que verla… Quiere hablar sin palabras. Quiere llorar sin lágrimas. Se pierde en su mirada. No llores rica. Toma el autobús. Adiós.

Yo empecé a llorar mucho antes de que desapareciese. Miraba esos ojos perdidos y quería extraer de ellos tantas cosas ya inertes... Me sentía con derecho a despojarla de sus emociones, ya para siempre suyas. No supe sacar la tierra que se me iba quedando dentro. Compasión, culpabilidad y egoísmo en estado puro.



Fue la primera vez que entendí que a las personas nos mueve el AMOR.



Me crucé con un ángel. Y aproveché lo que pude o lo que quise, no estoy segura. Donde estas, he perdido tu estela. ¿Me estás mirando? Dime algo. Muy de vez en cuando pienso tanto en ti… Tu infinita bondad, ternura y cariño, respeto y comprensión. Siempre pensando en los demás, siempre mirando el lado amable de las cosas, siempre quitándote importancia. Un hueco que no llena nadie.

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