23.3.06

[la Pitusa ya no es rusa iii]

El cartel no duró ni un asalto. Esa misma tarde ya le faltaban las chinchetas y estaba en la mesa del portero con huellas de pisadas. Tiempo le faltó a las víboras del bloque para darle al palique.

- Pili mira esto.
- Y a esta, ¿qué mosca le ha picao?
- Le ha escrito el cartel el Ataúlfo
- Esta nos envenena con un cuscús
- Yo me subo.
- El cuscús es árabe ; nos va a invitar a ensaladilla rusa, jaja
- Jaja, sí, y a filetes rusos
- Vamos a llevar un petisuís de callos, para que también conozca la gastronomía madrileña, digo.

A la fiesta fuimos casi todos menos Avelina que no sale nunca de casa. Unos con buena voluntad y otras por cotilleo. La pitusa se había pasado todo el día cocinando platos de su país. Pobre. Además había necesitado una especia especial y había mandado a su hijo pitusín a comprarla, que se había perdido en Opañel. La comida estaba muy rica y era abundante pero al poco, empezó a desaparecer misteriosamente…

3 comentarios:

cetreslenz dijo...

me parece muy fuerte q lleves tres meses con esta historia y salgas ahora del armario...esto no tiene perdón de dios

Anónimo dijo...

aisss es que me encanta esa especia....

Anónimo dijo...

Lo que no sabían era que la Pitusa encontraba un gran deshago en la cocina. El hecho de ir a la compra, poner música baja, cerrar la puerta, y cocinar...perder la noción del tiempo, no de los minutos vitales en cualquier preparación, sino del tiempo, del espacio.

Era como quedar suspendida, todo perdía importancia, todo lo que no estuviera dentro de ese SU espacio. Prepara y disfrutaba cada momento, incluso cuando fregaba lo que iba ensuciando, había veces que silbaba.

Luego la realidad sacudía de repente. Ahí estaba, encima de la mesa, una espectacular tarta de higos y nata. ¿Qué hacer con ella?. Y así acumulaba y tiraba toda clase de majares.

El remedio era peor que la enfermedad, le tristeza le invadía con mas fuerza que antes.
Decidió invitar a las vecinas, para ponerse una excusa y así poder cocinar, seguir viviendo. En realidad poco o nada le importaban esa ruido de hienas enloquecidas.