11.4.07

Querido habitante del Machu Picchu:

Te contaré que cada mañana madrugo para subir a un autobús interurbano donde comparto mi trayecto con un montón de personas que inmigran a la capital a quitarnos el trabajo. Cuántos padres modernos sueñan con tener un hijo obrero que trabaje a hora y media de casa por un infrasalario o una hija interna con cofia para limpiar la caca doméstica del amo. Mal empezamos.

El trabajo, guste o no, tiene dueño, no puede ser de quien lo merezca o esté capacitado para él. El trabajo de un país es de la gente nacida en el propio país. Y no hay más. No es de la gente nacida en el país de al lado, para eso está el trabajo del país de al lado.



Para los países que no tenéis trabajo o que, teniéndolo, no os da para vivir o prosperar, no tenemos solución. No os podemos echar un cable, ya nos gustaría. Si venís, mal, dejamos de prosperar nosotros. Si enviamos ayuda que os permita desarrollaros, mal también, no nos lucramos a vuestra costa. La cosa se complica. ¿Por qué no hacéis una revolución? ¿O mejor escribir una carta a la ONU, para que sepan de vuestra situación…? No podemos asumir culpa alguna, ¿te imaginas solo pensar por dónde empezar? Además, no podemos desatender lo nuestro. Mal de muchos sería consuelo de tontos.



Nosotros sí pudimos prosperar. Cuando no había trabajo lo encontramos fuera y cuando perdíamos el tren vinieron los reyes magos de occidente. Pero es que nosotros somos el primer mundo, una democracia liberal. Nosotros tenemos muchos siglos de historia como para quedarnos por el camino, entiéndelo.



Lo que sí podemos hacer es daros unas monedillas. Apadrinamos niñitos sucios y explotados en cómodos plazos de caridad bancaria. Compramos café en la tienda de comercio justo de la esquina. Nos ponemos la bandita blanca contra la pobreza. Le metemos cinco euros al niño en el sobre del Domund del colegio.



Hay quien canjea todo lo anterior por un pack de misas. Se completa la redención donando esa lámpara vieja que ya no queremos y listo. Y en Navidad, a celebrar que Jesucristo vino al mundo en un pesebre esperando una hora de cola para comprar gulas a 40 euros el kilo. Ojalá Él pudiera ayudaros. ¿No era la salvación y la vida? Si está vendido, imagínate nosotros. Solo nos queda asumir el cargo de conciencia de entre tres y cinco días al año. Por eso cuando mueren un par de compatriotas vuestros les damos la nacionalidad póstuma, que menos da una piedra.



Un afectuoso saludo.

No hay comentarios: