- Joe mama, vaya mierda de secuestro, no has pedido rescate ni ná.
- Anda tira, que contenta me tienes. Acábate el lenguao, que está ya aburrío.
- Mami, te ha llamado bicho.
- Y a mí qué.
- Ella sí que es un bicho. Pero de fea ¿verdad?
Ahí tuve claro que el niño ha asimilado que hay que defender a los suyos y me dije, bueno, al menos me voy palacama más tranquila. Lo mejor estaba por venir.
- Churri, ¿luego vienes a la cama o te vas a la del Manolín también?. – y se dio la vuelta.
Madre mía. Mi marido celoso de un niño de doce años. Cuando una cree que lo ha visto todo se equivoca. Se puede llegar más lejos. Siempre se puede.
Anexo:
Soy la mama de Iván, amigo de Manolín. Mi hijo es compañero de pupitre de Ester María – ya está recibiendo apoyo psicológico pues con ayudar a la niña empezó a desfilar muy marcial un rosario de ceros por sus notas que yo no iba a tolerar de ninguna de las maneras - y debo decir que toda la película de las cáscaras de gamba que se monta su madre es completamente incierta. La niña padece una acusada falta de personalidad y su madre se ve obligada a llamar la atención para que la hija esté al menos en la comidilla de los corros del colegio. De tuerta nada, es de iris cansino. Compruébese si no el interés mostrado en el final de Doraemon.
Aprovecho para añadir que Esterma se cambia de niki solo los lunes y algún jueves si hay puente. Esta información la ha recopilado mi Iván, que quiere ser periodista. Así que a ver donde está la plaga, que yo lo veo bien clarito.
No puedo despedirme sin resaltar la desfachatez que supone retarme a mí en la reunión del apa. ¡A mí! Ventidós años consecutivos co- presidiendo el apa con mi señor marido y llevando canapés cada fin de curso. ¡Ventidós!...
Esto no va a quedar así. Usted y yo lo sabemos.