El perroflauta y la pendiperla se amaban, pero solo con los ojos. Más de un escalón social impedía que lo suyo cristalizara. En su cita del Postigo de San Martín él la miraba y ella se sentía mirada. Querían y no podían. Él, niño de papá metido a parásito social. Ella, de familia cateta aparentona esperando braguetazo. Un día se dejaron de jilipoyeces y se casaron en la Parroquia de Nuestra Señora de las Luces.
30.5.06
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