10.5.06

RURALISMO DE BOQUILLA

Me gusta Madrid, mi cuidad. Sí, me gusta. Soy así de masoca. Me gustan la cantidad y la variedad. El estrés, la vida rápida, los edificios altos, correr detrás del autobús, encontrarme a alguien de repente, pasear, tomar unas cañas, ceporrear en un parque, leer en un banco, quedar a tomar café, elegir un cine, ir amoñigado en el metro y dejar hueco para los que aparentemente no caben, oír música callejera, pedir la vez en el mercado, salir de marcha hasta altas horas…

Esto no lo tienen los prorrurales. Jo. De unos años para acá se observa que la gente joven quiere vivir en el campo como si fuera este el único antídoto contra el homo estresatus. Yo también quise. De hecho estuvimos hablando de irnos unos pocos. Pero acto seguido nos dimos cuenta de que no aguantaríamos ni dos días. A lo mejor sí, quien sabe, pero muy posiblemente no.

En primer lugar, la ciudad es grande y la caca se diluye. En el pueblo la vida es sota-caballo-rey, siempre hay los que no se hablan con este y aquellos que no se cruzan con el otro, el que reclama los dos repollos que antaño le robó su abuelo a su tío… y aunque no lo quieras, la mierda te acaba salpicando. Te acabas posicionando y haces enemigos.
En la ciudad, basta con no ir al bar a la hora que va fulano.

En invierno, a las cinco de la tarde no hay vida, las calles están muertas y la gente acaba yendo a misa a hacer vida social. Si te ha ocurrido algo, la gente lo sabe antes de que tú mismo quieras darte cuenta. Si estás existencial no te puedes desahogar con las piedras del camino; no te puedes zafar de los problemas tan fácilmente. Además te costará encontrar el cd de Caníbala o el ultimo dvd de Kusturica.

A todos nos gusta ir al campo a “desconectar” pero no basta con oler tomillo y pisar dos boñigas de vaca para creer que nuestro sitio está en el campo, haciendo quesos y durmiendo en una cama de paja. El urbanita nace, no se hace. Cada uno pertenece a su entorno salvo razones poderosas que le obliguen a lo contrario. Si no fuera así, Soria provincia y Madrid capital ya se hubieran invertido los papeles.

Calidad de vida queremos todos, el de Cervera de Pisuerga y el de Moratalaz. Queremos vivir 345 años como los gnomos, comer sano y redescubrir los poderes curativos de la hierbabuena. Pero para eso no hace falta renegar de la ciudad. Lo ideal es seguir en ella pero peleando para conseguir que sea un espacio más agradable de lo que viene siendo, dejar claro que no nos gusta respirar polución, sufrir atascazos ni convivir con interminables obras. Como decía Sabina, Madrid es una ciudad invivible pero insustituible.


El domingo salió un artículo interesante:

http://tinyurl.com/sxjng


3 comentarios:

Anónimo dijo...

hola niña soy Ana... me encantó leer sobre Madrid... lo echo de menos, te echo de menos...te quiero mil!!!!muchos besos

Matías Cobo dijo...

Creo que muchos, más que abrazar fervientemente el ruralismo como estilo de vida, se van para el pueblo porque allí los precios de la vivienda son un poco más razonables que en la gran urbe. Yo he vivido en Madrid cinco años y, la verdad, sí que echo de menos muchas de las cosas que me ofrecía tan vasta ciudad, pero si he de hacerme a la idea de vivir de por vida en un iglú de 30 metros cuadrados, uno empieza a calibrar otras opciones.

Anónimo dijo...

yo vivo en un iglú (de 26metros, si me pongo a hilar fino). y bueno... mientras no toques el piano, no hay problemones. ahí cada uno y sus preferencias, no? yo prefiero dormir en vertical antes que vivir en el extrarradio. me pirra la vidilla del centro de las ciudades!