1.11.10

[Cuando volar no es sólo para pájaros]


Llega de nuevo al Juan de Salazar la muestra anual de los talleres de Alas abiertas, el proyecto de acercamiento a la danza para chicos y chicas con discapacidad en Paraguay, que ya alcanza su tercer año consecutivo.


Lo que empezó con una primera visita en 2005 de la bailarina y coreógrafa española Mercedes Pacheco para realizar un intercambio cultural, asesorar en temas de asociacionismo en torno a la danza e impartir clases a las distintas escuelas de la capital, se ha ido concretando en un proyecto que empezó en 2008 como talleres para 45 chicos y chicas y hoy aglutina a más de 450 de diversos puntos del país. En tres años se ha multiplicado por diez. Es el proyecto de cultura y discapacidad que más impacto social y durabilidad existe en el país.


Alas abiertas, pretende que los chicos con discapacidad y/ o necesidades educativas especiales, se acerquen a la danza y la experimenten como un espacio de formación y enriquecimiento personal. Que la consideren como una opción de tiempo libre. No se trata de crear niños prodigio ni de estar todo el año ensayando unas bonitas coreografías que gustarán mucho a las cámaras de los papás - muchos ya no tienen ojos sino lentes - se trata de expresar sentimientos e ideas, de compartir en grupo y sobre todo, de divertirse.


Además, suponen una clara reivindicación del acceso, la integración y la visibilización de las personas con discapacidad en espacios culturales convencionales ya que se fomenta la participación cultural como forma de integración social. Y es que si ser discapacitado no es fácil, en Paraguay, país donde muchos derechos son pisoteados a diario, mucho menos. Cabe señalar que muchos de los chicos participantes, no son propiamente discapacitados, son niños de familias de escasos recursos que no han sido estimulados, o chicos que a su vez son hijos de padres o madres discapacitados y heredan sus trastornos, o chicos que han sufrido maltrato físico y psicológico cuyas secuelas no se pueden curar, chicos excluidos, en situación de abandono... Debajo de la música y los bailes, hay un día a día realmente duro.


Se apagan las luces del Manuel de Falla. Uno solo foco, ilumina claramente a Sergio, el coordinador general. Papel en mano, por si los nervios le traicionan, empieza a agradecer una por una a todas las entidades y personas que con su colaboración, hacen realidad el proyecto. Nombra a los financiadores, a los centros educativos, a las asociaciones, a los padres y amigos y a los profesores y bailarines. Después se proyecta un fotomontaje con música e imágenes de las clases en cada uno de los centros educativos donde el proyecto está presente. Termina con el final de un poema de Dulce Chacón, que inspira el nombre de Alas abiertas, nos recuerda que solo allí, en lo más alto de nosotros mismos, en lo más profundo de nuestras inquietudes, podremos separar los brazos, y volar. Oscuro.


Empiezan las coreografías, salen los chicos a bailar y sobre todo, a pasárselo pipa. Parece que miran a cada una de las personas del público y le dicen: así me lo paso yo en mis ratos libres. Todos iguales, camisetas de colores con unas líneas que dibujan el vuelo de una mariposa – logo del proyecto – pantalón oscuro pesquero y descalzos. Termina. Aplausos infinitos. Saludo al público.


Se van sucediendo las piezas. Todas cortitas, dinámicas y muy frescas. Nada ñoño, nada pretencioso, nada lacrimógeno. Se agradece.


Después de cada coreografía los participantes saludan y arrancan largos aplausos. Es difícil que el público aguante hasta el final, normalmente rompen a aplaudir antes. Un gesto, un esfuerzo o una mirada, son más que suficientes.


Esos aplausos no sólo transmiten que chicos con Síndrome Down, retraso mental, Asperger, Prader Willy, Parálisis Cerebral, Afasia o Espina Bífida – entre muchos- han ejecutado unos pasos de danza contemporánea. Más bien ponen sobre el escenario conceptos como la capacidad de superación, la autoestima, la creatividad y la normalización de la discapacidad.


Siguiente coreografía. Unos brazos sueltan en el suelo a un chico con parálisis. Se mueve rodando de un lado a otro del escenario mientras suenan Mercedes Sosa y Fito Páez. Viene a ofrecer su corazón.


Hay gente del público que conoce a los chicos, son sus madres, hermanos, amigos… pero mucha otra gente no les conoce y no sabe del espectáculo que vino a ver. De estos últimos, algunos van habitualmente al centro cultural al margen de su programación y otros han ido porque les han llamado la atención el título del proyecto o la foto de la agenda cultural. En ningún caso, saben lo que van a ver.


Y es que ante el espectáculo de Alas, una no domina sus emociones. ¿Reír? ¿Llorar? Me quedo con una imagen del año pasado, un chico recorría el espacio en silla de ruedas mientras la chica que llevaba sentada en sus piernas planeaba con los brazos. En la pantalla de fondo, un paisaje de nubes en un cielo azul intenso. Como diría cierta canción, unas alas blancas con que abrazar el aire, romper el horizonte, llegar hasta ciudades lejanas como sueños y enseñarles a todos que es posible la vida.




2 comentarios:

Anónimo dijo...

Una maravilla. Muy emocionante. Qué buena labor, no sólo cultural. Angelillo de Oña

La mujer desactualizada dijo...

Gracias Angelillo anónimo... jeje