19.9.06

[joyas celulíticas de los 80]

Me gusta el cine de los 80 porque no es el de los 70 ni tampoco el de los 90. Ya no hay tufillo de censura dictatorial pero aún no nos creíamos modernos. El público huye despavorido de las salas (el destape hace pupa) y se refugia en los brazos de Indiana Jones y Memorias de África. Es la década de la comedia madrileña, el renacer de los cines nacionales, la categoría S y el proteccionismo Miró.

Ciertos acontecimientos menores del 82 (adhesión a la OTAN, visita del Papa, la victoria electoral del PSOE, el mundial de fútbol) no lograron hacer sombra al gran suceso del año en España: la llegada a las carteleras de Buenas noches, señor monstruo.

De todos es sabido que siempre puede ser más interesante aquel que queda en segundo plano, que pasa desapercibido porque – aparentemente - no tiene tanto carisma y presencia pero puede brillar con luz propia. Le pasó al teatro de Valle Inclán frente al de Lorca, a la Campa con la Esteban (ser diabética da más tirón) y también a Regaliz (un saludito al ninguneado grupo Nins) frente a Parchís.

Parchís molaba, no nos engañemos, y su reinado fue justo y necesario, fue su deber y nuestra salvación. Su lidercillo natural era Tino, la ficha roja terror de las nenas con ese flequillo a lo me tapo un ojo y hago un meneíllo de cabeza para hacerme el interesante (luego lo copiarían los pijos quitándole todo su encanto al gesto). Pero Regaliz… Regaliz era otra cosa. Regaliz era la humildad y la sencillez; era el saber estar, niños formales y entrañables; era Do, re, mi; el Rock de los proscritos; Transformación y Buenas noches señor monstruo.

Agua de regaliz, quiero para mi /Siempre que la bebo me siento feliz…

De las pelis que protagonizaron (dos) me quedo con Buenas noches, señor monstruo, que no sale Jorge Sanz. Es una película de Antonio Mercero que cuenta la historia de unos niños que se pierden en una excursión con el colegio y como llueve a mares se resguardan en un oscuro castillo habitado por Drácula, el hombre lobo ( H- L para los amigos), Quasimodo y el doctor Frankenstein con su criaturita. Parodia infantil del cine de terror, llena de topicazos totalmente predecibles y gags casposos intercalados con números musicales como Tumba catacumba y El baile de los monstruitos. La peli termina en el museo de cera (qué madrileño todo) donde ven a los monstruos por última vez y les dan las buenas noches. La película puede parecer ñoña y petarda como ella sola, pero tiene tres cosas buenas.

1- No dejará al espectador indiferente. O sale disparado a vomitar o se queda extasiado recordando viejos tiempos y disfrutando de la estética ochentera y unos diálogos para la historia.

2- La siempre agradable presencia de Piraña. Con bocata de mortadela. Un fiera.

3- Confirma a Mercero como el director español que mejor curra con niños.

Es cierto que sí tiene un jándicap: no hay catarsis. Falta una secuencia liberadora que toque directamente el corazoncito del espectador como el primer plano de un Tino desgarrador en la canción Ayúdale ( La guerra de los niños) cuando va a la iglesia para pedir que se cure un infartado Don Matías :

¡Dios mío ayúdale!
¡Dios mío ayúdale!
Prometemos todos mejorar
si al profe vas a curar…


Si ves eso con ocho años y se muere Don Matías vas tú detrás. El montaje paralelo ( escenas de rodillas en el banquito de la iglesia con el Matías encamado) ayuda sin lugar a dudas a dominar las emociones del espectador. Hacían con nosotros lo que querían. Y nosotros tan contentos.

Lo siento, Parchís 1- Regaliz 0.


Tal como éramos. Otras joyas del 82, Laberinto de pasiones de Pedro Almodóvar, Buscando a Perico de Antonio del Rea, Estoy en crisis de Fernando Colomo, Colegas de Eloy de la Iglesia

Las recomiendo toditas.
Continuará...

2 comentarios:

Anónimo dijo...

no sabes lo que se te echaba de menos moza!

La mujer desactualizada dijo...

Muchas gracias majete ( que diria el guiñol de la espe). Te invito a un café.